Un plan para aliviar la tensión
A pesar de la música y las risas, la tensión parecía enroscarse en cada esquina. Mis dedos tamborileaban inquietos contra mi costado mientras la energía intranquila se acercaba. Me recordé a mí misma la sorpresa que había preparado, con la esperanza de que, una vez desvelada, rompiera el aire gélido y desviara la atención hacia algo real. Mi creación no tenía que ver con el precio o el prestigio, sino con el significado. Respirando hondo, me tranquilicé y esperé a que llegara el momento.
Un plan para aliviar la tensión
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Música pero no alegría
Aunque de los altavoces salían canciones animadas, no conseguían desatar una verdadera alegría. La gente se movía a medio gas, con sonrisas rígidas y cuerpos agarrotados por la formalidad más que por la alegría. Desde el otro lado de la sala, papá me llamó la atención y me dedicó otra sonrisa cómplice, una señal silenciosa para que mantuviera la calma. Seguí su mirada y noté que la expresión de mamá se endurecía cada vez que se revelaba un regalo suntuoso. Cada desenvoltura parecía irritarla aún más, se formaban pequeñas grietas en su impecable fachada a medida que se le agotaba la paciencia.
Música pero no alegría